miércoles, 9 de noviembre de 2011

Visita al dentista



Juan no sabía qué excusa nueva poner para evitar que su madre lo mandara a la cama una y otra vez. Estaba nervioso. Sabía que a la mañana siguiente tocaba visita al dentista para una revisión –revisión, sí claro, siempre acaba pinchándome con algo o usando esa cosa que hace mucho ruido y me pone la piel de gallina- pensaba cada vez que su madre lo intentaba tranquilizar restándole importancia a la temida visita. Tras mucho luchar contra el sueño, finalmente cayó rendido en la cama…. (musiquilla que da paso a los sueños) … ¡Oh! Son mis dientes y hay uno picado, (lo sabía, mañana me van a pinchar)….shhh tranquilo, deja de llorar, no seas cobarde que no va a ser para tanto, y vosotros, dejad de reíros que algún día os puede tocar si no me cepillo los dientes, así que no os burléis de él. Después de tranquilizar al desconsolado diente picado, poco a poco éste se fue tranquilizando y todos estuvieron riéndose de las situaciones que habían pasado juntos, como la primera vez que salieron de su encía, o cuando Juan recibió aquel balonazo que le dejó el labio morado varios días (desde entontes los dientes consideran a labio un héroe por salvarles la vida)… - Juan, levanta que no podemos llegar tarde-, y sin pensárselo dos veces y ante la mirada impresionada de su madre, Juan se levantó de un salto, se vistió, desayunó y sin perder un minuto se fueron a la consulta del dentista –tranquilo chico (susurró Juan), que el pinchazo me dolerá a mí, pero yo soy muy fuerte, tú no notarás nada y volverás a estar tan sano como antes-.

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